Obsesionados por no cometer errores

Os propongo un juego: ir a un entrenamiento de un equipo de baloncesto y dedicaros a observar a los jugadores o jugadoras. Sirve casi cualquier equipo y de cualquier edad, pero si es uno de formación mejor. Simplemente mirar y observar a los jugadores con el objetivo de ver cómo cada uno asume los errores que cometerá a lo largo del entrenamiento.

Cierto es que existen muchas variables, algunas de ellas que condicionan muchísimo,  como pueden ser la actitud del entrenador o entrenadora ante los errores, los ejercicios propuestos y el objetivo de cada uno de ellos, etc. Pero en general en un entrenamiento tipo en el que esos condicionantes estén bajo un determinado control, lo que observaremos es una clara diferencia entre los que asumen el error como algo habitual cuando se entrena y los que lo perciben como una amenaza. Si este juego lo transportamos a un partido de competición aún podremos extraer más conclusiones y puede que de mayor calidad.

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Cada vez más jugadores y jugadoras crecen obsesionados por no cometer errores. Es más, muchos encaran un nuevo aprendizaje con una presión extra que les hace querer desarrollarlo de una forma básica inicial y basta. Puede que con el tiempo acumulen alguna riqueza a ese nuevo movimiento técnico, lectura,… pero les cuesta muchísimo cuestionarse el primer aprendizaje adquirido para poder desarrollarlo más allá de unos principios básicos. Sería cuestionarse su certidumbre, lo que ellos ya saben y conocen.

Motivos existen muchos y algunos los he mencionado anteriormente. Todos tienen su importancia y este hecho va más allá del aprendizaje de un deporte en concreto. Pienso que uno de los más importantes es el valor cultural que se otorga al error. Equivocarse, es algo habitual y por lo menos no debería ser penalizado, principalmente en entornos de desarrollo.

Los entrenamientos deberían ser un sitio en el que los errores estén desdramatizados. ¡Ojo! Me refiero a los que se cometen con el máximo de implicación y compromiso por aprender de la persona que lo comete y de la persona, entrenador, que ayuda en este proceso. El resto de errores son otro cantar y se deben tratar de otras formas en función del origen del mismo.

Cómo hacerlo es fácil y difícil al mismo tiempo. Las adaptaciones individuales a cada jugador son la base, así como crear un ambiente apropiado durante el entrenamiento. Ese ambiente debería recoger particularidades individuales para que todo el mundo se sintiera representado y aportar un marco común que fuera reconocible por los protagonistas.

Pero hay tres aspectos más a tener en cuenta para que esta obsesión por no cometer errores sea cosa del pasado: congruencia, paciencia y control de expectativas. Congruencia en la actitud de todos en todo lo que podamos controlar ya sea en un entrenamiento o en un partido. Paciencia porque este cambio no se producirá de la noche a la mañana. Control de expectativas ajustando los objetivos de forma adecuada para mitigar la posible frustración.

De esta forma, con el tiempo, el juego que os he propuesto al inicio lo podríamos dedicar a observar otros aspectos mucho más agradables.

Daniel Barreña

Coach deportivo

@dbarresi5

Artículo originalmente publicado en Jugant per la vida.

 

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